Hoy en día, muchos de nosotros ya no nos vemos como Dios nos ve porque ya no somos conscientes de nuestro pecado; es decir, de nuestra debilidad. Por eso, en lugar de reconocer nuestras debilidades ante Él, retamos Su pureza y santidad cuando venimos a Su presencia únicamente para pedir Sus bendiciones.

«Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres» (Lucas 5:8-10).

Aquí vemos que, ante Jesús, Pedro era consciente de su debilidad y creía que Jesús lo conocía como un pecador. Por eso se sintió poco merecedor de Su presencia. En respuesta a la actitud de Pedro hacia su pecado, Jesús no miró su pasado sino que dio a luz su futuro como pescador de hombres.

De cualquier manera que vengas a Su presencia, debes creer que Dios sabe quién eras, quién eres y quién serás. Ahora mismo, empieza a reconocer tu posición como pecador necesitado de perdón y dile a Dios: «Aún sucio como soy Señor, Tú todavía puedes limpiarme», porque nadie es demasiado bueno o demasiado malo para calificar para la salvación.