QUE TUS PALABRAS SEAN POCAS

«No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras» (Eclesiastés 5:2-3).

Cuando abres la boca para orar, ¿alguna vez te paras a pensar a quién estás orando? El Creador del Cielo y de la tierra. Lamentablemente, hoy en día la mayoría las palabras que decimos en oración sólo entretienen a los hombres pero no llegan a Dios. El mayor logro en la tierra es orar como Dios quiere que lo hagamos. Pero orar no es decir palabras; el Espíritu de Dios es la Palabra en nuestros labios. Cuando Jesús ascendió al Cielo, nos dejó al Consolador, el Espíritu Santo, para ayudarnos a ser fieles, obedientes a Cristo, para ayudarnos a orar porque Él es la Palabra en nuestros labios. ¿Pero hemos recibido algún consuelo de Él? Si somos honestos con nosotros mismos, debemos admitir que gran parte de nuestra conversación, oración, predicación y enseñanza no es más que una charla vacía, porque no está afectada por el Espíritu Santo. Pidamos a Dios la gracia de cerrar nuestras bocas y abrir nuestros corazones al Espíritu de Dios, para que cuando nos presentemos ante Él en oración, dejemos que nuestras palabras sean pocas.

Dejar un comentario