
El Salmo 145:14 dice, «Sostiene Jehová a todos los que caen, y levanta a todos los oprimidos».
En nuestro mundo complejo y a menudo contradictorio, nos esforzamos a diario por vivir rectamente, pero a veces flaqueamos. En el Salmo 32:5, David confiesa sus pecados y recibe el perdón. Este ejemplo muestra que cuando erramos no huimos de Dios, sino que corremos a Él.
Cometer errores forma parte de la experiencia humana; sin embargo, como Cristianos, tenemos el privilegio de buscar la misericordia de Dios. Cuando reconocemos nuestros defectos y nos arrepentimos, el Señor nos perdona, nos restaura y nos guía para que no repitamos esos errores.
El fracaso, por tanto, no está en la caída, sino en negarse a levantarse de nuevo. Para los Cristianos, una caída no es una marca de fracaso sino una pausa que nos prepara para un nuevo nivel en la vida.
Considera la vida de Daniel. Cuando fue arrojado al foso de los leones esto pareció un fracaso. Sin embargo, más tarde se convirtió en una oportunidad para mostrar el poder de Dios. Del mismo modo, nuestros contratiempos pueden servir como escenarios para la intervención Divina y el crecimiento.
Pueblo de Dios, cuando llegue el desánimo, no nos detengamos, esforcémonos y luchemos contra él. Afrontar los temores y los fracasos implica seguir adelante con fe, sabiendo que cada tropiezo es un peldaño hacia la madurez espiritual.
Recuerda: «Todos los hombres caen, pero los grandes hombres se levantan de nuevo». – T.B. Joshua. Como Cristianos, nuestras caídas no son definitivas; son oportunidades para experimentar la redención de Dios. Así que, cuando caigas, levántate de nuevo y corre hacia Jesús.
¡EMMANUEL!