LA NECESIDAD DE LA PALABRA DE DIOS

Hebreos 4:12 dice: «Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón».

El nombre de Jesucristo tiene poder, pero sólo entre aquellos que están comprometidos con la gloria del Cielo. El poder que fluye de Su nombre, el poder que ejecutaremos al invocar Su nombre, será equivalente a nuestro amor por Su Palabra. Cuando ese amor es expresado, no te sorprendas de ver las cosas cambiadas, desatadas o atadas. Como Cristiano, recuerde que a cualquiera que no ame no se le puede confiar tal poder para sanar, liberar, bendecir y salvar, porque se apropiará indebidamente, o lo usará mal para dañarse a sí mismo y a otros. Cuando nuestro espíritu actúa en la Palabra de Dios, el Espíritu será liberado en la medida en que permanezcamos en reverencia a Su Palabra. Estar en reverencia a Su Palabra es escuchar Su Palabra, no sólo con nuestros oídos, sino lo más importante, con nuestros corazones.

Escuchar la Palabra de Dios en nuestros corazones requiere apertura y hambre por la Palabra de Dios. Cristo no tiene morada en una vida que no está dominada por la Palabra de Dios porque la Palabra dominándote es el Señorío de Cristo en ti. El caso de los siete hijos de Esceva en Hechos 19:14-16 muestra que la fe no es una imitación. Debe surgir del corazón de cada persona; esto significa que Dios no se encontrará contigo porque imites lo que otro hizo. Dios Todopoderoso se encontrará contigo cuando obedezcas lo que Él te dijo que hicieras por medio de Su Espíritu basado en Su Palabra. En otras palabras, es el hacedor de la Palabra el que recibe las cosas de Dios. Por lo tanto, como Cristianos, no sólo seamos oidores de la Palabra sino también hacedores de la misma.

Ora esta oración: «Señor Jesús, concédeme la gracia de ser no sólo un oidor de Tu Palabra, sino también un hacedor de Tu Palabra. En Tu Palabra hay sanidad, liberación y todas Tus bendiciones. Mientras habito en ella y actúo en ella, ¡que se haga Tu voluntad en mi vida, en el nombre de Jesús!».

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