
Cuando observas de cerca tu entorno inmediato, lo que ves es aterrador: temor, frustración, ira, ansiedad, desánimo y angustia en los rostros de las personas con respecto a las incertidumbres de la vida. Estamos en el final de los tiempos de temor omnipresente, una herramienta destructiva de satanás que roba a millones de una vida victoriosa. Muchos han perdido la batalla no por el gigante al que se enfrentaban, sino por el gigante al que temían. Muchos incluso han muerto, no a causa de la enfermedad, sino por el temor a esa enfermedad.
El temor debilita tu decisión, determinación y fuerza de voluntad. El temor provoca tormento, angustia y ansiedad. El temor congela tu potencial. El temor hace que tu esperanza se marchite y muera. El temor aumenta el tamaño de tu enemigo mental.
Cuando empezamos a albergar temor, damos lugar al diablo. No demos lugar al temor porque lo que tememos puede venir sobre nosotros. Jesús sabe que habrá momentos en los que el temor nos abrumará: el temor a la pérdida, al fracaso, a las falsas acusaciones, a la enfermedad y a la dolencia. Jesús no promete mantenernos libres de dificultades, pero nos promete suficiente gracia para mantenernos en pie y resistir las dificultades que causan nuestras ansiedades, preocupaciones y temores innecesarios. Por lo tanto, debemos aprender a superar nuestros temores incluso cuando parezca imposible superar nuestros problemas.
En 2 Reyes 6:17 dice, «Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo y carros de fuego alrededor de Eliseo». La apertura de nuestros ojos de la fe es el silenciamiento de nuestros temores.
Debemos lidiar con nuestros temores antes de que ellos lo hagan con nosotros. Todo el mundo tiene un gigante. El tuyo puede ser la enfermedad, la decepción, el fracaso, etc. No es el gigante al que te enfrentas sino el gigante al que temes el que te vence.
Esta debería ser tu confesión cuando te enfrentes al temor: «Me niego a dejarme aconsejar por el temor o a albergar duda. Como Cristiano, mi temor es innecesario y mis dudas son poco fiables. Aunque camine por el valle de sombra de muerte, no temo ningún mal porque Dios está involucrado. Incluso en medio de las incertidumbres de la vida, puedo afrontar el mañana porque Él vive».