
Mateo 15:8-9 dice, «Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres».
La verdadera adoración va más allá de las meras palabras y rituales; implica una conexión profunda y sincera con Dios. Debe realizarse en Espíritu y en Verdad, requiriendo la total entrega de nuestra vida a Él. Consiste en devolverle con gozo a Dios todo lo que nos ha dado; nuestra fortaleza, nuestro tiempo, nuestro honor y nuestros recursos.
La verdadera adoración no se limita a cantar, danzar o aplaudir; abarca también actos de servicio que fluyen del corazón.Exige el pleno compromiso de nuestro corazón y la total entrega a Dios, invitando al Espíritu Santo a que guíe nuestros pensamientos, acciones e intenciones. Al adorar en Espíritu y en Verdad, nos alineamos con la voluntad de Dios y reflejamos Su amor y gracia en nuestras vidas.
La verdadera adoración nos aparta del mundo, ya que nos llama a vivir una vida que no está enfocada en este mundo. Implica invitar a Dios a todos los aspectos de nuestra vida cotidiana y reconocer que todo lo que tenemos procede de Él. Nuestros talentos, tiempo, fortaleza y posesiones materiales son todos dones de Dios, y la verdadera adoración significa devolverle estos dones con gozo. Por tanto, si la adoración no es en Espíritu, no puede ser en Verdad, con lo que carece de sentido. La verdadera adoración reconoce la soberanía de Dios sobre cada aspecto de nuestra vida y nos marca como Sus hijos que viven para Su gloria y no para nuestros propios deseos.
Oración:
«Señor Jesús, ayúdame a adorarte en Espíritu y Verdad. Guíame para entregarte mi tiempo, mi vida y mi fortaleza de todo corazón. Que mi adoración sea un verdadero reflejo de mi amor por Ti y un testimonio de Tu gracia en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén».