2 Reyes 6:15-16 dice, «Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? Él le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos».
La Biblia dice que Él nos libera para que seamos libres. La libertad que el Señor da nos libera de la esclavitud del pecado y del control de las cosas que parecen disputar el lugar de Dios en nuestras vidas. Cuando somos controlados por el poder exterior, lo que se ve, carecemos de la cualidad de ser estables. En el caso de Jesús, la incredulidad de las personas se basaba en lo que veían en el exterior. Sólo veían a Jesús como el hijo de un carpintero; veían a Jesús como el hijo de María, un joven que creció con ellos. Lo que veían, lo que oían, cómo eran sus circunstancias, constituían una atmósfera de incredulidad. Bajo esa atmósfera de desprecio e incredulidad era difícil que Jesús pudiera dar lo mejor de Sí para ellos.
Si eres controlado por lo que ves, lo que oyes, lo que sientes, lo que parecen tus circunstancias, nunca podrás ser constante en tu relación con Jesús. Como Cristianos, somos inspirados internamente por el Espíritu Santo. Esta habilidad Divina no se desarrolla instantáneamente porque el crecimiento toma tiempo. El buen juicio y el discernimiento requieren toda una vida de experiencia personal con Dios para desarrollarse. Sin embargo, cuando se desarrollan se vuelven permanentes. Si tenemos el Espíritu Santo tenemos los medios para controlarnos a nosotros mismos y así ser libres del control externo.
Oración: «Señor Jesús, dame la gracia de estar enfocado en Ti y no ser controlado por lo que veo o lo que oigo, ¡en el nombre de Jesús! Amén».