
Es la bondad de nuestra causa lo que Le interesa a Dios, más que nuestra disposición física y mental. Esto explica por qué el joven rústico y aparentemente inexperto, David, pudo derrotar a Goliat en la batalla. Esto explica por qué los débiles como yo, que no tienen gran fuerza, piernas rápidas o lenguaje persuasivo, deben estar agradecidos a Dios por el propósito para el que nos ha diseñado. Su causa Divina es aquello para lo que hemos nacido, y aquello para lo que vivimos. Como Cristiano, cuando entiendas esta filosofía de vida, seguirás esforzándote, luchando tras esa causa Divina para tu vida.
Después de esforzarnos, de nuestro arduo trabajo, Dios todavía tendrá que valorar nuestro trabajo. Cuando hayamos hecho todo, debemos dejar el asunto en manos de ÉL. Si tenemos éxito, debemos darle toda la gloria. Sin embargo, hay factores más allá del control humano, que representan eventos inesperados. Podemos encontrar fracaso y retroceso en esos mismos planes con los que nos hemos prometido a nosotros mismos un gran éxito y satisfacción. Si fallamos, debemos someternos a SU voluntad, porque puede que no sepamos cuándo llegará nuestro momento. Recuerda, todos tenemos una causa Divina; la forma y el modo en que Dios ejecuta SUS planes en la vida de las personas difiere. Por eso debemos darle toda la gloria a ÉL en el éxito y someternos a ÉL cuando las cosas parezcan ir de otra manera.