
Isaías 40:31 dice, «Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán».
En nuestro caminar con Dios, hay momentos en los que Su voz permanece en silencio. Podemos orar, ayunar y buscarlo, pero incluso así no lograr oírle. Sin embargo, el silencio de Dios no significa ausencia; Él siempre está presente, incluso cuando no podemos sentirle. En estas temporadas de silencio, Dios obra profundamente en nuestro interior. enseña a depender de Su Palabra inmutable en lugar de nuestros sentimientos o circunstancias. Pensemos en José, que esperó años para ver cumplidos sus sueños, o en David, ungido como rey pero enviado de vuelta al desierto. Incluso Jesús en la Cruz experimentó el silencio, pero Dios siempre estuvo obrando.
El silencio de Dios nos madura y pone a prueba nuestra fe. Es fácil confiar cuando recibimos constantemente confirmación, pero el silencio nos enseña a confiar en la convicción más que en la emoción. El Profeta T.B. Joshua decía: «La fe es un sentido práctico de la dependencia de Dios». La fe se basa en la confianza, en la confianza de que Dios está trabajando tras escena, incluso cuando no podemos verlo. Durante las temporadas de silencio, mantente firme en las Escrituras. Vuelve a las promesas de Dios y deja que te guíen a través de tu duda. Rodéate de otros Cristianos; no te alejes. ¡Sigue orando! Aun cuando no tengas palabras, el clamor de tu corazón es suficiente porque el Espíritu Santo intercede cuando somos débiles.
Recuerda que Dios a veces utiliza el silencio para prepararnos, moldeando así nuestro carácter y ahondando nuestra dependencia de Él. Después, cuando el silencio se disipa, a menudo miramos atrás y vemos, con gratitud, que Dios estuvo con nosotros en cada paso del camino.
Oración: «Señor Jesús, dame la fuerza para confiar en Ti incluso en los periodos de silencio. Ayúdame a aferrarme a Tu Palabra, a esperar con esperanza y a permanecer fiel a Ti sin importar cómo me sienta. ¡En el nombre de Jesucristo! ¡Amén!».