
Juan 1:11-12 dice, «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios».
Hay una tranquila fortaleza en tener un corazón dispuesto, no perfecto o aparentemente religioso, sino simplemente dispuesto. Dios busca a aquellos que están abiertos a Él, no sólo a aquellos que conocen las Escrituras. Él busca vidas dispuestas a rendirse. Cuando Jesús vino a Su propio pueblo, muchos no Le recibieron. Sin embargo, todos los que lo hicieron, todos los que abrieron su corazón, recibieron el derecho de convertirse en hijos de Dios. No se trataba de tener el mayor conocimiento, sino de estar dispuesto a recibirle.
La disposición es una puerta de entrada. Dios no se impone en nuestras vidas. Él busca a aquellos que están disponibles, rendidos y listos para seguirle, incluso cuando es difícil. En Juan 5:39, Jesús se dirigió a los líderes religiosos que asumían que el simple hecho de memorizar las Escrituras les llevaría a la vida eterna. Sin embargo, la verdadera intención de las Escrituras era guiarlos hacia Él, pero ellos seguían sin estar dispuestos a acercarse a Él. No todo depende de ti, y ciertamente no todo depende de Dios. Tu disposición genuina y la capacidad de Dios hacen que las cosas funcionen. Dios no te está pidiendo fuerza ni perfección; Él solo quiere tu «sí».
Hoy en día, muchas personas acuden a la iglesia cada semana, pero siguen estando lejos de Dios, no porque no crean, sino porque no se han rendido verdaderamente. A Dios no Le impresiona la rutina. Lo que Le conmueve es la relación. Él busca personas que digan: «Señor, lo que Tú quieras, yo estoy dispuesto». Quizás aún no conozcas toda la Biblia. Quizás no te sientas fuerte. Pero si tu corazón está abierto, Dios puede usarte, hablarte y caminar contigo de maneras que nunca imaginaste. No te limites a admirarle desde la distancia o a esperar el momento perfecto. Dale tu disposición genuina y observa lo que Su poder puede hacer con ella.
Oración: «Señor, puede que no lo tenga todo claro, pero mi corazón está abierto. Enséñame a estar verdaderamente dispuesto. Que mi vida refleje rendición, no sólo palabras. Quiero más que rutina, quiero una relación real. ¡Obra en mí y a través de mí, en el nombre de Jesús! ¡Amén!».